El arquitecto francisco Gil González (1905-1962) y la arquitectura salmantina del segundo tercio del siglo XX

  1. Núñez Izquierdo, Sara
Dirigida por:
  1. María Teresa Paliza Monduate Directora

Universidad de defensa: Universidad de Salamanca

Fecha de defensa: 31 de enero de 2014

Tribunal:
  1. Germán Antonio Ramallo Asensio Presidente/a
  2. Antonio Casaseca Casaseca Secretario
  3. Giuseppe Bonaccorso Vocal
  4. María del Mar Lozano Bartolozzi Vocal
  5. María José Redondo Cantera Vocal
Departamento:
  1. Hª DEL ARTE - BELLAS ARTES

Tipo: Tesis

Resumen

[ES] En noviembre de 1933 Francisco Gil González obtuvo el título de arquitecto en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. En esa fecha se incorporó al ámbito arquitectónico salmantino convirtiéndose en uno de los principales facultativos de esta localidad. Su destreza le hizo destacar como uno de los técnicos más notables del racionalismo, junto al que sobresalieron Ricardo Pérez Fernández, Eduardo Lozano Lardet y Joaquín Secall Domingo. El fin de la Guerra Civil supuso un cambio notable en el devenir de la arquitectura española, ya que significó el abandono de la citada tendencia a favor de un historicismo que fue resuelto de distinta manera en la Península. En este ámbito volvió a sobresalir Francisco Gil, quien inspirándose en obras locales firmadas por Rodrigo Gil de Hontañón, José de Larra Churriguera y Andrés García de Quiñones, entre otros, logró articular un estilo propio que le distinguió por el número y la calidad de sus obras. No obstante, a partir de la década de los cincuenta la modernidad se abrió paso tímidamente en el panorama nacional, siendo Gil González uno de los introductores en la capital de Tormes. Efectivamente, con obras como La Torre de Salamanca (1958), único rascacielos existente a fecha de hoy en esta localidad, el facultativo dio sobradas muestras de su capacidad para la puesta al día en materia de arquitectura y su imparable carrera profesional, que se dilató hasta el año 1962. Esta tesis doctoral analiza el contexto histórico en el que ejecutó sus obras, ofrece datos inéditos sobre la nómina de técnicos que trabajaron en esta ciudad entre 1933 y 1966, además de analizar en profundidad al hombre y al arquitecto responsable de la configuración actual de buena parte del centro de esta localidad, declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad en el año 1988, en la que el corpus de Gil González fue determinante.