Una aproximación multidisciplinar a la economía de la felicidad a partir del enfoque de capacidades de Amartya SenEl índice de desarrollo integral

  1. Muñoz Martinez, Miguel Angel
Dirigida por:
  1. Fernando Esteve Mora Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 14 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Rafael Muñoz de Bustillo Llorente Presidente
  2. Joaquín Vera Grijalba Secretario/a
  3. Charlotte Gaston Breton Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Los términos felicidad, bienestar y desarrollo, si bien no son sinónimos sí están muy interrelacionados y conviene partir de su estudio antes de fijarlos como posibles objetivos de las políticas públicas. Fue la Filosofía la primera disciplina que se refirió al concepto de felicidad. Así, desde los griegos pueden distinguirse dos tradiciones que han perdurado hasta la actualidad. Por una parte, el hedonismo, que vincula la felicidad al logro del placer y la evitación del dolor; por otra parte el eudemonismo, que la asocia al desarrollo pleno del potencial de las personas. Esta distinción ha permeado a las demás ciencias. Así, en primer lugar, en este trabajo se realiza un repaso a cómo las distintas ciencias han tratado la cuestión de la felicidad a lo largo de la historia, así como a la aparición del concepto de bienestar. Dentro de este recorrido, entre otros, por la Filosofía, la Psicología, la Sociología y, especialmente la Economía se puede observar la existencia de autores más próximos a una u otra tradición. Especial atención merece el tratamiento que la felicidad (y el bienestar) ha recibido por parte de la ciencia económica, que ha ido evolucionando desde autores que, como Adam Smith, recogían parte de las tradiciones hedonista y eudemonista, a la llegada del utilitarismo y el predominio de las ideas hedonistas; desde la llegada de los marginalistas a la llegada de Robbins, el establecimiento de la imposibilidad de realizar comparaciones interpersonales de felicidad y la desaparición de ésta del canal principal de estudio en Economía. Este recorrido pasa por el estudio de diversos autores heterodoxos que mantuvieron vivo el estudio de la cuestión de la felicidad, como Chesterton, hasta su posterior vuelta a la línea principal de estudio en Economía, donde, Keynes se plantea un futuro más allá del problema económico y en la que, a partir de los estudios de Bergson, con Samuelson nacen las funciones de bienestar. Es el PIB, en todo caso, la medida que se establece como parámetro fundamental para medir el desarrollo de una Economía, manteniéndose así hasta hoy en día. En 1974, Richard Easterlin, a partir de un trabajo de 1971 de los psicólogos P. Brickman y D. Campbell, se pregunta si los aumentos de renta generaban o no mejoras de bienestar percibido o subjetivo (concepto vinculado a la idea hedonista de felicidad), cuestionando el planteamiento básico que llevaba rigiendo la Economía desde hacía más de medio siglo y provocando el nacimiento de la Economía de la Felicidad. El estudio de la Paradoja de Easterlin, por la que aumentos de renta no necesariamente generan mejoras de bienestar, sigue siendo una cuestión de interés en la actualidad. Autores como Scitovsky, primero, y Oswald o Layard después continuarían esta línea de estudio alternativa que se plantea la relación entre los diferentes fenómenos socioeconómicos y el bienestar percibido. Más allá de la Economía de la felicidad se encuentran autores cuyos estudios podrían más bien vincularse a la tradición eudemonista del estudio de la felicidad. El primero de ellos (y el más importante) es Amartya Sen que plantea el enfoque de capacidades como una verdadera medida completa del desarrollo de los individuos (y de las sociedades). Así, éste deberá ser medido en términos de capacidades (oportunidades) y funcionamientos (logros valiosos) que, esencialmente, se refieren, aparte de al propio bienestar, a la cualidad de agente (vivir libremente de acuerdo con los valores elegidos). Este enfoque ha sido desarrollado por otros autores como M. Nussbaum, pero existen otros autores, también próximos al eudemonismo, que deben ser mencionados, como Akerlof y L. Bruni. En todo caso, el estudio de la felicidad, progresivamente, ha dejado de ser una cuestión que pueda ser estudiada por una sola disciplina para requerir un estudio multidisciplinar. Así, partiendo de autores como Maslow (Teoría de la Motivación humana), deben también ser referidos Tooby y Cosmides (padres de la Psicología Evolucionista, con la que deben ser contrastadas las distintas teorías explicativas de la motivación humana), Seligman (fundador de la Psicología Positiva), Ryan, Deci, Ryff y Waterman (autores de modelos psicológicos eudemonistas), o E. Diener y S. Lyubomirsky (grandes expertos también en cuestiones vinculadas al bienestar y sus causas, provenientes, de igual modo, del campo de la Psicología), entre otros. También en los campos de la Sociología y la Antropología se encuentran aportaciones destacadas como las realizadas por Inglehart y Welzel (creadores de la World Values Survey y de una relevante Teoría sobre el Desarrollo Humano) o Doyal y Gough (con su Teoría de las Necesidades Humanas). Igualmente en el ámbito de la Sociología, pero referidos no sólo al estudio del propio bienestar sino también a su desigualdad, se enmarcan los análisis de R. Veenhoven. Por otra parte es importante resaltar la existencia de autores, como el psicólogo social C. Keyes (con su modelo de florecimiento humano) que han propuesto esquemas de análisis que tratan de integrar simultáneamente los enfoques hedonista y eudemonista. En los últimos tiempos, de un modo similar al del propio Índice de Desarrollo Humano creado por la ONU (sobre el enfoque de capacidades de Sen), han ido surgiendo otros índices sintéticos referidos al bienestar que merecen atención. Entre ellos, pueden mencionarse el Índice de Prosperidad, el Índice de Progreso Social o el Índice de Bienestar Global de Gallup, entre otros. El antes mencionado enfoque de capacidades de Sen parece una aproximación adecuada para medir el grado en que las sociedades y sus individuos se desarrollan, entendiendo por desarrollo algo parecido al concepto eudemonista originario de felicidad, es decir, el desarrollo pleno de los individuos (una idea que, en todo caso, va más allá de la idea sencilla de bienestar). Sin embargo, no existe un indicador sintético de desarrollo que aplique de forma empírica dicho enfoque. Para poder aplicar este enfoque, debe adoptarse una perspectiva pluridisciplinar que integre los avances realizados por diversas disciplinas científicas, de modo que para la medición de los funcionamientos se acude al modelo de florecimiento de Keyes (de origen psicológico) y para la medición de la desigualdad se consideran, además de los trabajos realizados en el marco del Programa del Desarrollo Humano de la ONU, los estudios elaborados por el sociólogo R. Veenhoven. Es por ello que, partiendo del concepto de funcionamientos refinados de Sen, se elabora en este trabajo un Indicador de Desarrollo Integral, que recoge, simultáneamente, en qué medida las sociedades se desarrollan, tanto en lo relativo a capacidades, como a funcionamientos, por separado y conjuntamente. El análisis de la función de Desarrollo sobre la que se construye este Índice permite, volviendo a la metodología clásica del análisis microeconómico, obtener distintas combinaciones de capacidades y funcionamientos que generan un mismo nivel de desarrollo (curvas de isodesarrollo), estudiar la Relación Marginal de Sustitución y la Elasticidad de Sustitución para cada caso, o determinar las Trayectorias de Desarrollo Óptimo a corto y a largo plazo para cada caso. Además, se ha construido un Índice de Desarrollo Integral ajustado a la Desigualdad, que recoge la inequidad existente tanto en la dimensión de capacidades como en la de funcionamientos, con el fin de ofrecer una imagen más fidedigna de la realidad. Sobre los datos disponibles (especialmente de la Gallup World Poll y de diversas instituciones internacionales), se analiza la realidad de los distintos países, su situación actual, sus perspectivas de futuro y, en cierto modo hacia dónde deberían dirigir sus políticas públicas. Se define, en definitiva, una Función de Desarrollo Integral que permite estimar el nivel de desarrollo de un país, sus puntos fuertes y sus debilidades y compararlo con otras sociedades, aplicando a la medición del desarrollo el esquema analítico propio de las funciones de bienestar iniciadas por Samuelson. A partir de este punto, se contrasta este índice con otros existentes y se estudia en qué medida los distintos países son eficientes a la hora de transformar sus recursos (su renta, en resumen) en capacidades y funcionamientos valiosos, es decir, se estudian, en términos de Sen, sus factores de conversión social. A partir de este análisis se abren nuevas vías de investigación que serán más amplias, en todo caso, según la disponibilidad de datos vaya siendo mayor y más aplicables a la política económica, cuanto más centrados en la realidad de países concretos sean los análisis.