América Latina, a vueltas con la identidad nacional

  1. Alcántara Sáez, Manuel
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2016

Volumen: 30

Número: 171

Páginas: 80-92

Tipo: Artículo

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Resumen

Aglutinados desde las independencias del siglo XIX en torno a populismos, ideas revolucionarias y oposición a políticas neoliberales, los países latinoamericanos están hoy ausentes de un liderazgo capaz de incorporar el indigenismo y los efectos de la globalización. La construcción del Estado nación es uno de los logros más significativos en la historia de la humanidad. Se basa en aspectos institucionales y en otros de naturaleza identitaria. Hay una mezcla de voluntad y de oportunidad, de cuestiones defensivas grupales y de ordenamientos rituales regulares, de satisfacción de equilibrios emocionales y de racionalidad en la obtención de objetivos. El Estado nación se ha desarrollado con gran fortaleza en términos universales a lo largo del siglo XX, culminando los procesos que venían incubándose a partir del final de la Edad Media. Su evolución ha dado paso a diferentes modelos que coincidían en retener algunos elementos clave inspirados en el concepto de soberanía de Juan Bodino, como la capacidad de tener un ejército propio, de acuñar moneda y de gravar impositivamente, que Max Weber sintetizó en el ejercicio en condiciones de monopolio del uso de la violencia legítima y del desarrollo de una burocracia independiente y estable surgida por criterios de mérito, siguiendo la pauta establecida por el pensamiento de Confucio en China. Desde el inicio, el Estado nación tuvo que saber integrar los dos términos, circunstancia que, de manera ideal, dio paso a dos modelos en su desarrollo. El primero fue aquel en el que el Estado, surgido de una voluntad poderosa impuesta por la fuerza por un grupo minoritario para controlar a gentes y territorios, construyó a la nación. El segundo supuso que un grupo humano más amplio, con sólidos elementos de autoidentificación compartidos en el amplio ámbito de lo cultural y que se concebía a sí mismo como "nación", buscó al Estado como instancia de supervivencia. Sendos modelos ideales llegan hasta la actualidad como explicaciones del acontecer político. En América Latina los procesos independentistas acaecidos de manera prácticamente simultánea (con las excepciones de Cuba y Panamá) se dieron en el momento histórico en que el modelo del Estado creando a la nación (Francia) comenzaba a girar hacia el segundo modelo de la nación creando al Estado (Italia y Alemania), y coincidieron con el asentamiento de los efectos de las revoluciones americana y francesa en clave del protagonismo del concepto de soberanía popular. La historia del siglo XIX latino­americano es la de la integración de estos procesos con resultados muy dispares, pero con una constante que se ha mantenido hasta el presente como un rasgo insólito de la región frente a otras del mundo: la estabilidad de las unidades políticas establecidas. En efecto, los Estados existentes en 1830 perviven hasta la actualidad, con el añadido de los dos citados más arriba. Cuba alcanzó la independencia de España en 1898 y Panamá se desgajó de Colombia en 1903