El cine como instrumento de comunicación sanitaria

  1. José Elías García Sánchez
  2. Enrique García Sánchez
  3. María Lucila Merino Marcos
Revista:
Humanitas : Humanidades Médicas: Tema del mes on-line

ISSN: 1886-1601

Año de publicación: 2008

Título del ejemplar: El cine como instrumento de educación sanitaria

Número: 26

Páginas: 1-44

Tipo: Artículo

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Resumen

Sentado en una cómoda butaca, en la penumbra que produce un haz de luz multicolor al chocar contra una enorme y blanca pantalla y envuelto por un nítido y potente sonido, el espectador siente que se traslada a otra dimensión. Inconscientemente se sumerge en una historia en la que no distingue lo real de lo ficticio. Es el milagro del cine, es la Historia interminable. Un fragmento de esa carrera hacia la muerte que se llama vida, incluso la mencionada meta, de unos personajes es el contenido de la historia. Para que la unión con la otra dimensión sea total, es necesario que esa narración inventada sea interesante y este bien contada. En la selva africana un brote de una enfermedad infecciosa está aniquilando a los habitantes de un poblado; en lugar de recibir ayuda sanitaria son aniquilados, ¿para evitar la expansión del brote o para ocultar algún motivo inconfesable? Un mono es testigo del hecho. La cámara se aproxima a un centro de investigación médica de la armada de los Estados Unidos, penetra en él, se desliza por sus pasillos, llega a los laboratorios, unas letras sobreimpresas explican lo que muestran las imágenes, nivel 1…, hasta el nivel 4, donde la fuerza de los trajes de seguridad biológica hacen innecesaria toda explicación, que a pesar de ello se produce por motivos de coherencia narrativa. Todo esto acontece durante los créditos de Estallido (1995) de Wolfgang Petersen mientras que la acción, durante el planteamiento, va hacia la vida de sus protagonistas, los doctores Daniels (Dustin Hoffman) y Keough (Rene Russo). Desde que se apagó la luz de la sala tan solo han transcurrido unos minutos y los espectadores, aun desconociendo la trama, ya se han puesto en contacto con el brote de una enfermedad infecciosa y ni la mejor lección magistral podría haberles transmitido de forma más explícita los niveles de seguridad biológica que existen. Probablemente solo los sanitarios que trabajan con agentes biológicos habrán percibido conscientemente los detalles; el público en general seguramente ha sentido que las imágenes le llevaban, progresivamente, a lugares cada vez más peligrosos hasta alcanzar el de mayor riesgo de un centro de investigación de agentes patógenos. La película ha informado, y lo ha hecho bien, de dos hechos sanitarios a multitud de personas. Este ejemplo demuestra que el séptimo arte es un poderosísimo medio de comunicación de masas. La pareja de sanitarios acaba de cenar; él se acerca al lector de DVD, presiona el interruptor de encendido, luego al de apertura, pone un DVD en la bandeja recién salida, de nuevo toca la tecla para que el reproductor recoja el disco y presiona en el mando a distancia el botón de reproducir. De nuevo aparecen en la pantalla, en esta ocasión de un televisor de 40 pulgadas, las imágenes comentadas. Cuando Daniels y Keough se reúnen, ella comenta: ¡Para! ¿Te has fijado? ¡Retrocede! Días después este fragmento es reproducido en el aula de una Universidad y probablemente los alumnos nunca se aproximarán mejor a lo que son los niveles de seguridad biológica. Un profesor de ética termina su lección diciendo primum non nocere, recordando a Thomas Sydenham (1624–1689). Antes ha comentado a sus alumnos, analizando la película Estallido, que no es lícito para un sanitario, bajo ningún concepto, participar ni permitir el exterminio de una población para controlar una epidemia. Volviendo a la película, la acción en realidad comienza con el encuentro de los protagonistas, una pareja de médicos, hombre y mujer, y refleja a la perfección la realidad actual de esta profesión en los países desarrollados, la igualdad de los profesionales sin tener en cuenta el sexo. Los espectadores asistirán a continuación a distintos aspectos de la actuación de éstos y otros profesionales sanitarios. Pasan los minutos y un nuevo comunicado es enviado hacia las neuronas de los asistentes: el que hay enfermedades que provienen de otros continentes y que, transmitidas por animales pueden irrumpir con fuerza en las poblaciones del primer mundo. Son tan importantes que hasta se publica una revista profesional exclusivamente dedicada a ellas, Emerging Infectious Diseases, de distribución gratuita y libre en la red. A partir de este momento los mensajes son múltiples: cuáles son los síntomas y signos de la enfermedad, cuál es su agente etiológico y cómo apareció, cómo se transmite, cómo se puede controlar su expansión y cómo se puede curar. Todo este largo proceso se acompaña de subtramas y de secuencias que los espectadores, sea cual sea su profesión, entienden que son verídicas. Nada que objetar a la presencia de un filovirus, cuya microfotografía hará recordar a profesionales la de un virus de Ébola. Tampoco repugna a la ciencia que la transmisión interhumana del virus acontezca por varias vías, a partir de la sangre o del aire, por ejemplo. En ambos casos la cinta muestra la transmisión eficazmente con dos recursos sencillos: en uno con una secuencia que muestra la rotura de un tubo que contiene sangre en una centrifuga que salpica a un personaje, y en el otro mostrando el aerosol que genera al respirar un infectado en la oscuridad de un cine. Chocan las medidas de aislamiento drástico, y no lo hace ni el cuadro clínico ni la mención de que el virus sea manipulado mutante o recombinante, dada su relación con las armas biológicas de destrucción masiva. Hay un momento en que todo el mundo piensa que lo que comunica la cinta no es posible, al menos hoy, cuando muestra la consecución de un tratamiento tras recuperar el virus que porta el mono que para más inri se consigue en horas. Los contenidos de Estallido son un resumen bastante aproximado y completo de lo que el lector va a encontrar a continuación, y todo ello y mucho más es lo que comunica el cine permitiendo su análisis ulterior por el espectador que puede tener de apellido “sanitario”. Mil ochocientos noventa y cinco, el año en el que los hermanos Lumière presentaron su archifamoso invento, marcó el principio de una gran amistad, la de la comunicación y el séptimo arte, y al poco tiempo la del cine y la medicina, y así el cine adquirió la categoría de ser un poderoso medio de comunicación y educación sanitaria.