Estudio del efecto del agonista dopaminérgico cabergolina en la quimioprevención del cáncer de mama

  1. García Sancha, Natalia
Dirigida por:
  1. Jesús Pérez Losada Director
  2. Adrián Blanco Gómez Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Salamanca

Fecha de defensa: 02 de junio de 2023

Tribunal:
  1. Emilio Fonseca Sánchez Presidente
  2. Carolina Vicente Dueñas Secretaria
  3. Sonia Castillo Lluva Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El cáncer de mama es en la actualidad el tumor más diagnosticado en el mundo y la principal causa de muerte por cáncer en las mujeres. Según datos de la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC), en 2020 se diagnosticaron más de 2.2 millones de nuevos casos de cáncer de mama en el mundo (un 11.7% de todos los casos de cáncer), superando por primera vez al cáncer de pulmón como el tumor más diagnosticado. Produjo más de 680.000 muertes, siendo el quinto tumor con mayor mortalidad, por detrás de los cánceres de pulmón, colorrectal, hepático y gástrico. Entre las mujeres, el cáncer de mama representa 1 de cada 4 casos de cáncer diagnosticados y 1 de cada 6 muertes por esta enfermedad. En España, este tumor tiene la mayor tasa de incidencia, mortalidad y prevalencia de todos los tipos de cáncer en la población femenina. En 2020 se diagnosticaron 34.088 nuevos casos, suponiendo aproximadamente el 30% de los cánceres detectados en mujeres, y provocó más de 6.600 muertes. A pesar de que este tipo de cáncer tiene altas tasas de supervivencia, se trata de una enfermedad que provoca un gran estrés físico y psicológico para las pacientes, así como un alto impacto económico y social. Debido al envejecimiento de la población y a los cambios sociodemográficos, se espera un rápido incremento de pacientes con cáncer de mama. De hecho, se ha descrito un incremento de la incidencia de este tumor del 0.5% anual desde 2005 en Estados Unidos, e incluso algo mayor en otros países de Europa y Oceanía. Uno de los factores de riesgo más importante y que más se ha modificado en las últimas décadas es la historia reproductiva. El embarazo temprano tiene un efecto protector frente al cáncer de mama a largo plazo. Así, si el primer embarazo sucede antes de los 20 años, el riesgo de desarrollar cáncer de mama a lo largo de la vida disminuye un 50%. Conforme aumenta la edad del primer embarazo, el efecto protector a largo plazo va disminuyendo y, si el primer embarazo se produce a partir de los 35 años, ese efecto protector sería mínimo o inexistente. Sin embargo, antes de que ese efecto protector se haga patente, hay un incremento transitorio del riesgo de desarrollar cáncer de mama, que también depende de la edad a la que se ha producido el embarazo. Es lo que se conoce como cáncer de mama asociado al embarazo o postembarazo y se estima que puede aparecer hasta 10 años después de éste, con un pico de riesgo a los 5 años. Este incremento transitorio es casi inexistente si el primer embarazo se produce antes de los 25 años; si el embarazo es entre los 25 y los 35 años, el riesgo de cáncer de mama postembarazo se va incrementando y, por encima de los 35 años, el riesgo de desarrollar este cáncer sería máximo. En las últimas décadas, se ha observado una disminución en el número de embarazos y una edad más tardía para el primer embarazo y estos cambios en la historia reproductiva están detrás del incremento en la incidencia de cáncer de mama. Entre las estrategias actuales de prevención del cáncer de mama que se proponen a las mujeres que tienen un riesgo elevado (como las portadoras de mutaciones en los genes BRCA1/2), está la cirugía de amputación de ambos pechos, junto con la doble ooferectomía. También se ofrecen fármacos quimiopreventivos. Los dos fármacos aprobados por la FDA para la prevención del cáncer de mama son los moduladores del receptor de estrógenos, tamoxifeno y raloxifeno. Sin embargo, tienen efectos secundarios frecuentes, muy molestos, equivalentes a los de un cuadro menopáusico; y otros menos frecuentes, pero potencialmente muy graves, como el desarrollo de cáncer de endometrio y fenómenos tromboembólicos, causantes de problemas pulmonares, ictus, etc. La duración del tratamiento quimiopreventivo es larga, de 5 años, y la prevención que inducen no es permanente (dura otros 5-8 años después de concluir el tratamiento). Debido a los efectos secundarios que producen y a la larga duración del tratamiento, muchas mujeres se niegan a iniciar la quimioprevención y es difícil la adhesión a la misma, de modo que, casi la mitad de ellas, abandonan la toma del fármaco en el primer año. Los inhibidores de la aromatasa son otra alternativa no aceptada por la FDA. También suponen un tratamiento de larga duración, con efectos secundarios similares en cuanto a un síndrome menopáusico. Además, aumentan el riesgo de fracturas óseas y no están indicados en la quimioprevención en mujeres premenopáusicas, porque antes de la menopausia los estrógenos se producen sobre todo en el ovario, por otros mecanismos independientes de aromatasas. Por ello, es necesario encontrar estrategias de quimioprevención, con menos efectos secundarios que las actuales y que puedan aplicarse a la mayoría de las mujeres que la precisen. Puesto que el primer embarazo cada vez tiene lugar más tarde, sería también importante contar con estrategias que potenciasen el efecto protector del embarazo a largo plazo y disminuyeran el riesgo de cáncer de mama postembarazo, sobre todo a partir de la edad en la que el riesgo de desarrollarlo se incrementa, como ocurre después de los 35 años y en mujeres con riesgo elevado de cáncer de mama, en general.